17 de diciembre de 2013

El Calendario de Adviento





Hay cosas que las mamás hacen y que a veces rayan en lo absurdo. Nosotras lo sabemos. Nadie puede entender esto si no es mamá. Incluso ni siquiera los papás, por más que intenten ponerse en nuestro lugar. Pero tenemos nuestras razones para actuar de esa manera. No son excusas, son razones. Muy nuestras, eso sí. Llamenlas como quieran. Virtudes que nacen del espiritu maternal, conexiones emocionales o sencillamente, parte instintiva del ser madre.

La otra noche estaba cenando con mi hijo y comenzamos a hablar de la navidad. Coversabamos específicamente del Calendario de Adviento, que aquí en Alemania es una de las cosas más esperada por los niños, bueno y por algunos grandes también. Es un calendario de "cuenta-atrás" desde el 1 de diciembre hasta el el 24 de diciembre, que es Nochebuena. Cada día hay una sorpresa, y con cada sorpresa representa un día menos para la llegada del niño Jesús.

Lucas y yo estabamos allí hablando de eso, cuando saltó está conversación:

-Mamá yo quiero tener un calendario muy especial este año
-Claro, lo vas a tener
-Prométeme que este año me regalaras el calendario que yo quiera
-Lo prometo Lucas

Y fue así como, al terminar la frase, cayó la soga sobre mi cuello. Justo en ese momento, cuando ya lo había dicho, supe en lo que me estaba metiendo. Resulta que el calendario que prometí regalar -sin saberlo- era el de la Guerra de las Galaxias. Ustedes me dirán que tiene que ver Darth Maul o el Maestro Yoda con la navidad. Pues lo mismo me pregunto yo. 

La Guerra de las Galaxias en navidad es lo más parecido que puede haber al Grinch: "La soledad no me molesta, pero hay una cosa que me destroza la paciencia, los villancicos que la gente del pueblo entona en Navidad".  Así y todo,  el primero de diciembre aparecí con mi Calendario de Adviento de la Guerra de las Galaxias. Es absurdo, lo sé. Pero lo había prometido. Y para mi la palabra empeñada es una cuestión de honor. 

Quiero enseñarle a Lucas a tener confianza en la palabra del otro. A creer en las personas, en mi, en el amigo, en el maestro. Estoy convencida de que la confianza proporciona seguridad, optimismo, bienestar, nos hace más fuertes, más libres y también mejores. Depositamos nuestra confianza en el otro porque sabemos que no seremos defraudados y porque también sabemos que el otro confía en nosotros. Así se establece una relación de mutua confianza y respeto. 

29 de noviembre de 2013

La fiesta de cumpleaños



No hay nada que produzca tanta gracia en Caracas como las historias de los cumpleaños de los niños en Berlín. Cada vez que me preguntan cómo son y qué se hace en un cumpleaños aquí, tengo que repetir el cuento varias veces porque no lo pueden creer. Y es que lo que pareciera ser algo celebrado universalmente -una torta, velitas y regalos- resulta muy diferente entre estos dos países.

Antes en Venezuela era todo muy distinto. Recuerdo que eramos felices corriendo en el jardín, jugando la ere o al lobo. Pero desde hace un tiempo acá, todo ha cambiado.  Ahora las fiestas pasan de 40 invitados -aunque el cumpleañero apenas cumpla los dos años. Las piñatas del tamaño de papá pasaron a un segundo plano. Hay tantas cosas que hacer en un cumpelaños, que los niños no tienen tiempo ni siquiera para ver la piñata. Animadoras, payasos, castillos inflables, personajes de Disney en "carne y hueso", carritos de perrocalientes, helados, refrescos, cotufas. Y ni hablar de la mesa de la torta, de tres pisos y super adornada. Ese es un espectáculo aparte.

Todo lo que quepa y lo que no en un jardín o sala de fiesta de 70 metros cuadrados o más está permitido. Incluyendo las actividades para los padres. Hay pasapalos, rifas y por supuesto, bebidas alcohólicas para los mayores. Ellos, o mejor dicho, ellas -que siguen siendo las más asiduas acompañantes de los infantes- siempre están perfectamente arregladas, con uñas de peluquería, pelo super alisado y tacones… sí, tacones para la piñata, porque al fin y al cabo qué más da, son las niñeras las que van a corretear en el jardín y no ellas.

Así, entre una y otra cosa, la fiesta de cumpleaños de los niños venezolanos se puede extender hasta las 2 de la mañana. Cada vez hay más cosas y más ideas para superar la fiesta anterior. Llevando a las mamás a organizar cosas que rayan en lo abusrdo. Muchas niñas de tres años celebran en el Spa. Cambian la piñata y el Ale Limón, por la manicure y los masajes.

Precisamente por eso, los cumpleaños alemanes dan risa en Caracas. Pareciera que aquí el tiempo no pasa. Las fiestas de los niños siguen celebrándose al estilo tradicional: en casa, con una pequeña torta y los mejores amigos - uno por cada año cumplido. Es decir, si cumples tres, invitas a tres; si cumples cinco, invitas a cinco y así. Los de aquí, del primer mundo, no conocen de castillos inflables ni de personajes de disney en las fiestas.

El encuentro al estilo teutón comienza a las 3 de la tarde. A la hora que aquí se acostumbra a merendar. Cuando los niños llegan se reunen alrededor del cumpleañero y se abren los regalos, que por cierto, siempre son pequeños detalles. La super caja que pasa de los 20 euros no está bien vista. Después, todos los niños se sientan en la mesa, cantan el cumpleaños feliz y se pica la torta. Un pastel que orgullosamente mamá horneó en la mañana y que se acompaña con jugo de manzana. Nadie pide ni le hace falta el vaso de refresco.

Después de la merienda comienzan los juegos. Los papás del cumpleañero se encargan de divertir a los pequeños: organizan la búsqueda del tesoro, el juego de la silla, la competencia del baile. Puede haber un teatro de marionetas y si es verano, bajan al parque a jugar durante una o dos horas.

Los papás no están invitados. No hay animadoras, ni payasitas, ni mucho menos obras de arte, como las mesas de los postres. A las seis de la tarde, se organiza una pequeña cena de pizzas, panecillos y verduras. Sí, verduras. Un poco de pimentón rojo, pepinos y tomates para compensar las golosinas y servir algo que alimente. A más tardar a las 6:30 comienzan a irse los niños y entonces todo ha terminado. La pequeña bolsita de recuerdo no falta, unas chucherias y un pequeño detalle para dar las gracias.

Hasta ahora no he visto ni un solo niño con problemas psicológicos aquí en Alemania por celebrar su cumpleaños de esta manera. Al contrario, a todos les encanta. El cumpleaños del amigo es para compartir con el amigo y no con la niñera que lo lleva de la mano o con una mascarilla de pepinos sobre el rostro para eliminar el stress de los tres años.

La verdad, es que yo prefiero que en Caracas se sigan riendo de esto a soportar tardes enteras sentada en la mesa escuchando los mismos temas: "Maria Corina no me quiere dejar el pañal", "Diego ya camina y el tuyo?", "este fin de semana me fui con mi marido a Miami…  espectácular".  No gracias. Mi hijo y yo pasamos.

3 de noviembre de 2013

al agua patos!



Ya comenzó el mal tiempo en Alemania. Se acabaron los días al aire libre: las tardes en el parque, los chapuzones en el lago y los paseos en bicicletas. Ahora comienza a trabajar la imaginación de muchos padres... y es que no es nada fácil entretener a los peques por estas fechas.

Justamente este sábado estaba yo en unos de esos terribles momentos en los que uno no sabe qué hacer con ellos, si tirarse por la ventana o salir corriendo. Pero como un rayo de luz en la oscuridad apareció la maravillosa idea de irnos a la piscina. Así es que agarramos nuestros bolsos -con los lentes de agua, que no pueden faltar por supuesto- y nos fuimos al "Alte Halle" en la Krummerstr.


Hace tiempo que no íbamos allí, pero de verdad fue toda una sorpresa. La piscina de niños está renovada. La han forrado de una lamina de aluminio que la hace ver super moderna y muy bonita.  Esta abierta desde las 8 de la mañana hasta las 10 de la noche, pero cuidado que las dos últimas horas están reservadas para el FKK. La temperatura del agua es de 29 grados y se siente muy bien. Los adultos pagan 4,50 y los niños 2,80 euros por todo el día o hasta que los dedos comiencen a arrugarse y los labios se pongan morados. De verdad la recomiendo!


27 de octubre de 2013

Halloween



Cada año se hace más popular en Alemania –y en el mundo- la fiesta de Halloween. Algunos dicen que fue importada a mediados de los años noventa de los Estados Unidos. Sin embargo, el origen del día de brujas parece estar más relacionado con este país que con el gigante del norte.

Cuenta la historia que "aproximadamente trescientos años antes del nacimiento de Cristo, los Celtas vivieron en las Islas Británicas, Escandinavia, y Europa Occidental. Era una sociedad como cualquiera de las de hoy, pero sus usos y costumbres fueron controlados por sacerdotes paganos llamada los druidas. Ellos adoraban y servían a Samhain, dios de la muerte. Cada año, el 31 de octubre, los druidas celebraban la víspera del año nuevo céltico en honor de su dios Samhain. Creían que esa noche los espíritus de los muertos regresaban a sus antiguos hogares para visitar a los vivos. Y si los vivos no proveían comida a esos espíritus malignos, toda clase de cosas terribles podrían ocurrirles. Si los espíritus malignos no recibían un festín (treat), entonces ellos harían travesuras malas a los vivos (trick)".

De ahí viene la costumbre de disfrazarse de esqueletos o brujas este día e ir casa por casa pidiendo golosinas. El famoso Trick or Treat. Estados Unidos impuso la fiesta: el 31 de octubre se celebra en todo el país Halloween.  Una palabra que viene a ser una derivación de la expresión inglesa All Hallow's Eve (Víspera del Día de los Santos). Ahora es parte de otros países anglosajones, como Canadá, Irlanda y el Reino Unido. 

El 31 de octubre, los alemanes también se unen a la fiesta de brujas. Es una fiesta pagana, que por lo general, no celebran ni en las kitas ni en las escuelas públicas. Los niños se disfrazan por la tarde, pasean por las calles de su barrio y piden dulces a los vecinos.


Muchas familias preparan la famosa calabaza. Y es que –casualidad o no- en octubre comienza la epóca de las calabazas y todos los supermercados o mercados al aire libre  las venden. Le hacen caritas y las alumbran por dentro con velas. 

Hay que estar preparados para ese día. Comprar chocolates, gomitas de osos, y caramelos. Debo decir que en los diez años que llevo en Alemania, sólo una vez me han tocado a la puerta. Y jamás hemos salido nosotros por la noche a tocar en otra casa. No lo celebramos, ni hacemos la calabaza. Pero a Lucas le divierte disfrazarse. 


Lucas y su primer examen


Esta semana Lucas me dio una de las sorpresas más bonitas de mi vida. Trajo a casa su primer examen de la escuela. Un test de matemáticas perfecto para un niño de 6 años. Sin tachaduras, ni borrones y con el mejor de los resultados: 33 sobre 33 puntos!
Yo quedé impresionada con el sudoku, pero a él lo que más le llenó de orgullo fue haber pintado las figuras geométricas sin salirse de la raya.
La prueba refleja sin dudas el aprendizaje que ha tenido en la escuela, pero también el trabajo que mi esposo y yo hemos hecho. Regularmente nos sentamos con Lucas a practicar los números, a leer, a hacer planas y a dibujar. A veces no tiene muchas ganas, pero intentamos motivarlo para que lo haga con gusto. Estamos convencidos de que el trabajo de las maestras tiene que reforzarse en casa. Y este examen nos demuestra que lo estamos haciendo bien.
Me siento tan orgullosa que quiero compartir con todos este regalo!

16 de octubre de 2013

Disciplina




El otro día mi esposo estaba molesto porque según él, es el único que pone disciplina en casa. Decía que estaba cansado de ser el malo, el que da órdenes y regaña si no se cumplen; y que yo sólo consentía y permitía. A mi me parecía que exageraba un poco y por supuesto se lo hice saber. Terminamos peleando. El aconsejándome que me observara y tratara de cambiar y yo diciéndole que estaba loco, que cómo se le ocurría decir eso, que yo también soy una madre de reglas y disciplina.

Pasaron unos días de eso y ya la pelea estaba olvidada, por lo menos de mi parte. Un día mi esposo tuvo que viajar y yo me quedé sola con Lucas. Cuando eso pasa debo dividirme entre la mujer periodista que trabaja 9 horas fuera de casa, la señora que ayuda con la limpieza y lava la ropa al llegar, la cocinera que por más que se esfuerce prepara una comida rarísima con algo verde que en la tienda llaman pimentón, y que al niño le parece lo peor del mundo, la nani que viene por las noches y lo ayuda a bañar, a vestir, a leer un cuento, y, finalmente, la madre que le dedica tiempo, le da amor, lo estimula a comer, le inventa historias para que no se aburra y por supuesto, imparte disciplina. Nada fácil, como ustedes comprenderán.

Debo confesar que en esos días -normales para muchas mamás- las tareas domésticas me abruman. Estaba yo en uno de esos momentos, recogiendo la mesa después de la cena y mandando a Lucas a cepillarse y a lavarse las manos. Lo de costumbre. Tareas que uno tiene que repetir una y mil veces para que se cumplan. Yo mandaba y Lucas se negaba, como si jugaramos al "teatro de las reglas" y cada quien conociera muy bien su papel.  "Pero mamá, ¿por qué tengo que cepillarme los dientes?… ¿por qué es tan importante?… ¿y si lo dejamos para otro día?… mamá, no quiero cepillarme los dientes… hoy no por favor… ayer ya lo hice… ¿por qué tengo que cepillarme los dientes siempre?". Yo contestaba desde la cocina, explicando y recogiendo vasos, poniendo el lavaplatos a funcionar, recogiendo los juguetes del pasillo. Hasta que me cansé y dije molesta: "sabes qué, si no quieres cepillarte los dientes no lo hagas. Te cepillas mañana y ya. Por un día que no te cepilles, no pasará nada".

Hubo un silencio en toda la casa. Durante varios minutos no se oyó ni un respiro. Hasta que de pronto, Lucas vino adonde yo estaba y me miró con sus grandes ojos negros, más negros y más grandes que nunca. ¿Qué has dicho mamá? ¿Qué no me cepille los dientes? ¿Tú quieres qué me salgan caries? ¿Quieres qué me lleven al médico de dientes y me pongan una inyección en la boca? Ah, dime ¿Eso es lo que tú quieres? Pues ahora mismo voy y me cepillo los dientes.

Me quedé loca. Me senté en la mesa con la mano puesta en la barbilla y por más que lo intentaba, no podía salir de mi asombro. Entonces recordé a mi esposo cuando me decía que yo no ponía orden ni disciplina, que era una mamá demasiado complaciente y consentidora.


5 de octubre de 2013

La escuela





Ya han pasado dos meses desde que Lucas comenzó la escuela y está feliz. Y nosotros también, porque lo vemos a él disfrutando y aprendiendo cada día cosas nuevas. Hasta ahora no podemos quejarnos de nada. Los maestros son muy buenos, el grupo de compañeros también y algo que es muy importante, se respira una buena atmósfera en la escuela.

Después de mucha búsqueda, al final nos decidimos por la Joan Miró Grundschule - www.joan-miro-grundschule.de/‎ - una institución de las llamadas Escuelas Europeas, donde las clases se imparten en español-alemán. La primera de estas escuelas se creó en Luxemburgo, en octubre de 1953, por iniciativa del propio personal de las instituciones comunitarias. Actualmente hay catorce escuelas europeas en Alemania, Bélgica, España, Gran Bretaña, Holanda, Italia y Luxemburgo que educan a unos 20.000 alumnos. La formación en la Escuela Europea culmina con el diploma de Bachillerato Europeo, reconocido por todos los Estados Miembros de la Unión Europea.

En Berlín hay dos de este tipo, una en Friedrichshain y otra en Charlottenburg, que es la Joan Miró. Está muy cerca de nuestra casa y nos ofrece la oportunidad de que Lucas sigan en contacto con su idioma materno, que es el español, y se alfabetice en él.


En el período de pre-selección para entrar a la escuela, los niños deben realizar un test de idioma, donde se evalúa el nivel que tiene en ambas lenguas. Dependiendo de eso, se separan los grupos. Lucas pasó el examen de ambos idiomas y tuvimos la suerte de escoger con cual quedarnos. Optamos por el español porque, como dije, queremos que se alfabetice primero en su lengua materna. Aunque el alemán siempre está presente.

En el aula de mi hijo hay 25 niños, divididos en dos grupos: los que se educan en español y los que lo hacen en alemán. Se separan en las horas dedicadas a las clases de lingüísticas. Pero comparten espacios y actividades comunes como el recreo, el comedor, la cantina, las excursiones y las actividades extraescolares. Matemáticas, ciencias sociales y ética se imparten en alemán.

Hay dos maestros y dos tutores por cada salón. En total son cuatro para los 25 niños, dos en español y dos en alemán. Esto permite que el contacto continuo con ambos idiomas y con ambas culturas. Uno de estos tutores pertenece a Escándalo, la asociación de padres que funciona desde 1994 en la escuela. Escándalo busca reforzar y mejorar el idioma español de los niños y organiza el cuidado de los pequeños durante las tardes.

Las clases en la Joan Miró son de 8:30 de la mañana a 4:00 de la tarde y después existe la posibilidad de que los niños hagan actividades extra escolares en la misma escuela hasta las 5:00 de la tarde. A Lucas lo he inscrito en fútbol y música, ambas actividades las imparten tutores de Escándalo. 

Una de las cosas más bonitas de esta escuela es la convivencia que hay entre alemanes y extranjeros. Los niños se educan bajo el respeto hacia el otro y aprenden a convivir entre diferencias. Hay un intercambio reciproco y constante entre culturas. En los salones y en el patio del recreo se mezclan acentos y colores de  distintas nacionalidades. Niños españoles, alemanes, bolivianos, cubanos, daneses, venezolanos, mexicanos… todos están unidos por el idioma alemán y la ciudad que los está viendo crecer, Berlín. 

27 de septiembre de 2013

Lucas, la abuela y cómo explicarle la muerte





Cuando murió la abuela, Lucas estaba allí. Fue todo muy rápido, tuvimos que llevarla al hospital y esperar unas horas hasta que nos dijeron que no se podía hacer nada para salvarla. Durante todo el tiempo que pasamos en la sala de espera, Lucas me vio llorando, hablando con mis hermanos, preguntándole al doctor, caminando de un lado a otro, desesperada. Durante dos horas vivió mi terror, sin que yo pudiera decirle algo. En la noche, mi esposo se lo llevó a comer. Y justo en ese momento, cuando ellos se fueron, mi madre murió.

Yo estaba destrozada. La muerte de mi madre fue una sorpresa. No tenía fuerzas para hablar, tampoco para explicar algo que ni siquiera yo entendía. Cómo darle entonces la noticia a Lucas?

Hablé con una amiga psicóloga y le pregunté qué podía hacer. Su respuesta fue más fácil de lo que yo pensaba: "háblale con naturalidad. Sé lo más honesta que puedas. No finjas que no pasó nada. Explícale lo sucedido como si estuvieras hablando con alguien de tu misma edad. Si quieres llorar, hazlo. Enséñale que ante las ausencias, es normal sentir dolor. Muéstrale tus sentimientos, no te reprimas. Y si él no lo hace, si no llora, dile que puede hacerlo también, que tú entiendes que a él también le duele. No te ahorres ningún comentario, porque eso le generará más sufrimiento y angustias. Además le reforzará las fantasías".

Ese día,  en un momento en que nos quedamos solos, me acerqué a Lucas y me senté frente a él, casi casi a su misma altura. Le expliqué que la abuela no volvería del hospital porque había enfermado y los médicos ya no podían hacer nada para salvarla. Que su cuerpo no funcionó más y llegó un momento en que su corazón se paró. Él preguntaba insistentemente por qué. "Por qué su corazón se paró mamá; por qué se enfermó, por qué los médicos no pudieron hacer nada…" Yo respondía a cada una de sus preguntas, a veces llorando y otras un poco más tranquila. Al final, creo que se cansó y guardó silencio. Estuvimos abrazados un rato y luego volvió a preguntar: "Mamá, y a dónde se ha ido la abuela?".

Las preguntas de Lucas son típicas de un niño de 5 años, sobre todo si es la primera vez que se enfrenta de manera directa a la sepración de un ser querido. Los niños quieren saber y se quedarán satisfechos con respuestas fáciles y simples. Para mi fue un buen momento para hablarle a Lucas de mis creencias. Le dije que cuando la gente se muere va al cielo y desde allá, como Dios, nos cuida. Ya no podrá bajar más, porque la gente cuando muere no regresa, pero nos ve y nos cuida.

Como todo niño pequeño, Lucas no fue capaz de entender el concepto de la muerte, pero se dio cuenta de que había llegado el momento de separarse definitivamente de la abuela. No quiso llorar, por más que lo motivé a hacerlo. Pero guardó silencio y durante unos días no volvió a hablar de ella. Manifestó su tristeza con rabia y actuó un poco rebelde. A veces se mostraba abiertamente molesto porque la abuela no se había despedido de él y decía que no era justo que se fuera sin invitarlo.

Nunca, ni siquiera hasta hoy, he guardado silencio cuando él hace un comentario sobre mi madre, por mucho que me duela recordarla y hablarle de ella.  Aprovecho para explicarle lo  poco que yo se de la muerte. Y con el paso del tiempo he mantenido viva la imagen de ella entre nosotros. Recuerdo su forma de ser, su cumpleaños, las cosas que ella me decía, las comidas que me hacía de niña, lo que le gustaba. Nunca lo he hecho con tristeza, siempre con alegría y claro, con mucha nostalgia. A veces también nos reímos de los cuentos de la abuela. Algunos días hasta sentimos que ella sigue entre nosotros, pero no está en casa en ese momento. Como dijo la psicológa, esa es la mejor manera de preservar su memoria y llenar de contenido esa ausencia que cada familia debe explicar desde sus propias creencias y desde su propio dolor.

Yo me siento sastifecha con lo que he hecho, porque siento que le estoy dando a mi hijo la oportunidad de pensar la muerte como lo que es, algo natural. De enfrentarse a ella sin miedo. Saber que son pérdidas inevitables y momentos duros que lamentablemente tendrá que enfrentar en su vida.


19 de septiembre de 2013

Lucas y el cielo




- Mamá, ¿cuándo uno muere va al cielo?
- Si Lucas, cuando la gente muere va al cielo
- Y si uno muere en Berlín... ¿va al cielo de Berlín o va a otro cielo?
- Yo creo que si uno muere en Berlín, va al cielo de Berlin
- ... pero mamá... ¿es posible que si uno muere en Berlin, vaya al cielo de Berlin y pueda volar hasta el cielo de Caracas? así, como los pájaros o los aviones
- Pues no sé... Puede ser, la verdad nunca había pensado en eso. Pero creo que si, puedes volar a donde quieras.
- Mamá, si yo muero en Berlín, quiero volar al cielo de Caracas
- ¿Por qué?
- Porque en el cielo de Caracas siempre hay sol!

18 de septiembre de 2013

Lucas y la escuela




Lucas comenzó en agosto la escuela. Una nueva etapa de su vida donde definitivamente deja de ser un bebé. Ahora es un niño en edad escolar. Seguro le vendrán momentos felices, amigos nuevos, recuerdos que nunca olvidará. Pero también comienza a conocer las responsabilidades y las presiones del sistema. Por ejemplo, los horarios. Ya tenemos un mes levantándonos de lunes a viernes a las 7 de la mañana. Se acabaron los días de "mamá puedo dormir un ratito más". Hay que llegar puntual y no hay nada que decir.
Pero él está feliz. Disfruta cada día como nunca antes lo había visto. Cambia barajitas de StarWars con los grandes en la pausa y juega Fútbol en la cancha verde, casi casi todos los días. Además es uno de los que mejor habla español y alemán. Tiene dos maestras muy dulces y dos cuidadores que bajaron del cielo. El viernes pasado al levantarse le dimos la noticia de que ese día era el último día de la escuela y que el sábado podía quedarse más tiempo en la cama. Se molestó mucho porque él quiere ir siempre, no quiere pausas. Yo sólo pido que esto dure no pare siempre, porque es casi imposible, pero si mucho tiempo. Ya les iré contando.






8 de septiembre de 2013

De regreso




Hace ya dos años que no pasaba por acá. Razones tengo de sobra. Nunca antes la vida me había dado tantos golpes como en ese tiempo. Mi padre, el abuelo de Lucas, murió en junio del 2011. Fue sorprendido un día por un monstruo gigante y fuerte que lo devoró lentamente y sin piedad hasta dejarlo sin fuerzas, ni ánimo para luchar. Ni Lucas, ni yo, pudimos despedirnos de él. Nos costó recuperarnos. Pero cuando ya lo estábamos logrando, tuvimos que hacer frente a otro nubarrón: mi madre murió en noviembre del 2012. Fue el día más frío de ese invierno alemán. El más helado y gris que recordaré en mi vida. Murió a nuestro lado, rápido, sin sobresaltos, sin anuncio.  
Cómo explicarle a Lucas la muerte seguida de sus dos abuelos maternos no ha sido tarea fácil. Sobre todo para mi. Cada vez que lo intento, se me mezclan las emociones y los recuerdos. El nudo en la garganta no termina de desenredarse. A veces él hace preguntas que no se responder. Otras, analiza y saca sus propias conclusiones. Lo cierto, es que el tema ha sido durante todo este tiempo parte de nuestras conversaciones. Va y viene como la olas y los recuerdos. 
Pero ya Lucas está grande y ha comenzado una nueva etapa. Tiene 6 años y ya va a la escuela. La familia se le ha reducido un poco, es verdad, pero él está fuerte y puede hacerle frente a los obstáculos. Su abuelo Manuel no pudo acompañarlo a la fuente de la plaza, ni llevarlo al mar del norte como lo prometió. Pero con papá y mamá recorre cielos y mares; vive aventuras; y aprende cada día más. 
Hoy retomo "el bebé de la casa" con un Lucas que hace tiempo dejó de ser bebé y ha comenzado a transitar el camino de la escolaridad. Lo hago con la misma intención: dejar plasmada sus vivencias, en textos e imágenes. Pero también iré un poco más allá. Haré enlaces de otras páginas que puedan interesarnos y publicaré noticias, datos y novedades que puedan servirle a todos las mamás y niños que lo necesiten. 
Así es que preparados que ha llegado de nuevo "el bebé de la casa"