Lucas comenzó en agosto la escuela. Una nueva etapa de su vida donde definitivamente deja de ser un bebé. Ahora es un niño en edad escolar. Seguro le vendrán momentos felices, amigos nuevos, recuerdos que nunca olvidará. Pero también comienza a conocer las responsabilidades y las presiones del sistema. Por ejemplo, los horarios. Ya tenemos un mes levantándonos de lunes a viernes a las 7 de la mañana. Se acabaron los días de "mamá puedo dormir un ratito más". Hay que llegar puntual y no hay nada que decir.
Pero él está feliz. Disfruta cada día como nunca antes lo había visto. Cambia barajitas de StarWars con los grandes en la pausa y juega Fútbol en la cancha verde, casi casi todos los días. Además es uno de los que mejor habla español y alemán. Tiene dos maestras muy dulces y dos cuidadores que bajaron del cielo. El viernes pasado al levantarse le dimos la noticia de que ese día era el último día de la escuela y que el sábado podía quedarse más tiempo en la cama. Se molestó mucho porque él quiere ir siempre, no quiere pausas. Yo sólo pido que esto dure no pare siempre, porque es casi imposible, pero si mucho tiempo. Ya les iré contando.
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