29 de noviembre de 2013

La fiesta de cumpleaños



No hay nada que produzca tanta gracia en Caracas como las historias de los cumpleaños de los niños en Berlín. Cada vez que me preguntan cómo son y qué se hace en un cumpleaños aquí, tengo que repetir el cuento varias veces porque no lo pueden creer. Y es que lo que pareciera ser algo celebrado universalmente -una torta, velitas y regalos- resulta muy diferente entre estos dos países.

Antes en Venezuela era todo muy distinto. Recuerdo que eramos felices corriendo en el jardín, jugando la ere o al lobo. Pero desde hace un tiempo acá, todo ha cambiado.  Ahora las fiestas pasan de 40 invitados -aunque el cumpleañero apenas cumpla los dos años. Las piñatas del tamaño de papá pasaron a un segundo plano. Hay tantas cosas que hacer en un cumpelaños, que los niños no tienen tiempo ni siquiera para ver la piñata. Animadoras, payasos, castillos inflables, personajes de Disney en "carne y hueso", carritos de perrocalientes, helados, refrescos, cotufas. Y ni hablar de la mesa de la torta, de tres pisos y super adornada. Ese es un espectáculo aparte.

Todo lo que quepa y lo que no en un jardín o sala de fiesta de 70 metros cuadrados o más está permitido. Incluyendo las actividades para los padres. Hay pasapalos, rifas y por supuesto, bebidas alcohólicas para los mayores. Ellos, o mejor dicho, ellas -que siguen siendo las más asiduas acompañantes de los infantes- siempre están perfectamente arregladas, con uñas de peluquería, pelo super alisado y tacones… sí, tacones para la piñata, porque al fin y al cabo qué más da, son las niñeras las que van a corretear en el jardín y no ellas.

Así, entre una y otra cosa, la fiesta de cumpleaños de los niños venezolanos se puede extender hasta las 2 de la mañana. Cada vez hay más cosas y más ideas para superar la fiesta anterior. Llevando a las mamás a organizar cosas que rayan en lo abusrdo. Muchas niñas de tres años celebran en el Spa. Cambian la piñata y el Ale Limón, por la manicure y los masajes.

Precisamente por eso, los cumpleaños alemanes dan risa en Caracas. Pareciera que aquí el tiempo no pasa. Las fiestas de los niños siguen celebrándose al estilo tradicional: en casa, con una pequeña torta y los mejores amigos - uno por cada año cumplido. Es decir, si cumples tres, invitas a tres; si cumples cinco, invitas a cinco y así. Los de aquí, del primer mundo, no conocen de castillos inflables ni de personajes de disney en las fiestas.

El encuentro al estilo teutón comienza a las 3 de la tarde. A la hora que aquí se acostumbra a merendar. Cuando los niños llegan se reunen alrededor del cumpleañero y se abren los regalos, que por cierto, siempre son pequeños detalles. La super caja que pasa de los 20 euros no está bien vista. Después, todos los niños se sientan en la mesa, cantan el cumpleaños feliz y se pica la torta. Un pastel que orgullosamente mamá horneó en la mañana y que se acompaña con jugo de manzana. Nadie pide ni le hace falta el vaso de refresco.

Después de la merienda comienzan los juegos. Los papás del cumpleañero se encargan de divertir a los pequeños: organizan la búsqueda del tesoro, el juego de la silla, la competencia del baile. Puede haber un teatro de marionetas y si es verano, bajan al parque a jugar durante una o dos horas.

Los papás no están invitados. No hay animadoras, ni payasitas, ni mucho menos obras de arte, como las mesas de los postres. A las seis de la tarde, se organiza una pequeña cena de pizzas, panecillos y verduras. Sí, verduras. Un poco de pimentón rojo, pepinos y tomates para compensar las golosinas y servir algo que alimente. A más tardar a las 6:30 comienzan a irse los niños y entonces todo ha terminado. La pequeña bolsita de recuerdo no falta, unas chucherias y un pequeño detalle para dar las gracias.

Hasta ahora no he visto ni un solo niño con problemas psicológicos aquí en Alemania por celebrar su cumpleaños de esta manera. Al contrario, a todos les encanta. El cumpleaños del amigo es para compartir con el amigo y no con la niñera que lo lleva de la mano o con una mascarilla de pepinos sobre el rostro para eliminar el stress de los tres años.

La verdad, es que yo prefiero que en Caracas se sigan riendo de esto a soportar tardes enteras sentada en la mesa escuchando los mismos temas: "Maria Corina no me quiere dejar el pañal", "Diego ya camina y el tuyo?", "este fin de semana me fui con mi marido a Miami…  espectácular".  No gracias. Mi hijo y yo pasamos.

3 comentarios:

  1. Anónimo7:12 a.m.

    Me encantó Silvia. No sabía cómo se festejaba en Alemania, me parece buenísimo, sobrio, más natural. Gracias, Mónica E. López

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  2. Mónica, me alegro que te guste. Gracias por leerlo y comentarlo!

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  3. Me parece fantastica la forma alemana y la de nuestra Venezuela de antano. En mi casa era torta de pina volteada y como la recuerdo. Aca , si hace buen tiempo te vas al parquet y haces unos perros calientes, mas la torta, los juguitos y a jugar todo el mundo. No hay nineras, ni mesa de postres, ni menos aun tacones.

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