16 de octubre de 2013

Disciplina




El otro día mi esposo estaba molesto porque según él, es el único que pone disciplina en casa. Decía que estaba cansado de ser el malo, el que da órdenes y regaña si no se cumplen; y que yo sólo consentía y permitía. A mi me parecía que exageraba un poco y por supuesto se lo hice saber. Terminamos peleando. El aconsejándome que me observara y tratara de cambiar y yo diciéndole que estaba loco, que cómo se le ocurría decir eso, que yo también soy una madre de reglas y disciplina.

Pasaron unos días de eso y ya la pelea estaba olvidada, por lo menos de mi parte. Un día mi esposo tuvo que viajar y yo me quedé sola con Lucas. Cuando eso pasa debo dividirme entre la mujer periodista que trabaja 9 horas fuera de casa, la señora que ayuda con la limpieza y lava la ropa al llegar, la cocinera que por más que se esfuerce prepara una comida rarísima con algo verde que en la tienda llaman pimentón, y que al niño le parece lo peor del mundo, la nani que viene por las noches y lo ayuda a bañar, a vestir, a leer un cuento, y, finalmente, la madre que le dedica tiempo, le da amor, lo estimula a comer, le inventa historias para que no se aburra y por supuesto, imparte disciplina. Nada fácil, como ustedes comprenderán.

Debo confesar que en esos días -normales para muchas mamás- las tareas domésticas me abruman. Estaba yo en uno de esos momentos, recogiendo la mesa después de la cena y mandando a Lucas a cepillarse y a lavarse las manos. Lo de costumbre. Tareas que uno tiene que repetir una y mil veces para que se cumplan. Yo mandaba y Lucas se negaba, como si jugaramos al "teatro de las reglas" y cada quien conociera muy bien su papel.  "Pero mamá, ¿por qué tengo que cepillarme los dientes?… ¿por qué es tan importante?… ¿y si lo dejamos para otro día?… mamá, no quiero cepillarme los dientes… hoy no por favor… ayer ya lo hice… ¿por qué tengo que cepillarme los dientes siempre?". Yo contestaba desde la cocina, explicando y recogiendo vasos, poniendo el lavaplatos a funcionar, recogiendo los juguetes del pasillo. Hasta que me cansé y dije molesta: "sabes qué, si no quieres cepillarte los dientes no lo hagas. Te cepillas mañana y ya. Por un día que no te cepilles, no pasará nada".

Hubo un silencio en toda la casa. Durante varios minutos no se oyó ni un respiro. Hasta que de pronto, Lucas vino adonde yo estaba y me miró con sus grandes ojos negros, más negros y más grandes que nunca. ¿Qué has dicho mamá? ¿Qué no me cepille los dientes? ¿Tú quieres qué me salgan caries? ¿Quieres qué me lleven al médico de dientes y me pongan una inyección en la boca? Ah, dime ¿Eso es lo que tú quieres? Pues ahora mismo voy y me cepillo los dientes.

Me quedé loca. Me senté en la mesa con la mano puesta en la barbilla y por más que lo intentaba, no podía salir de mi asombro. Entonces recordé a mi esposo cuando me decía que yo no ponía orden ni disciplina, que era una mamá demasiado complaciente y consentidora.


1 comentario:

  1. Hola Silvia,
    Hoy solo vengo a presentarme oficialmente para invitarte a mi blog. Apenas estoy comenzando y busco amigos para compartir un poco de lo que hago. Si te gusta y me acompañas también tendrás un nuevo amigo, si así lo deseas.

    Saludos
    Jacob K

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