27 de octubre de 2013

Halloween



Cada año se hace más popular en Alemania –y en el mundo- la fiesta de Halloween. Algunos dicen que fue importada a mediados de los años noventa de los Estados Unidos. Sin embargo, el origen del día de brujas parece estar más relacionado con este país que con el gigante del norte.

Cuenta la historia que "aproximadamente trescientos años antes del nacimiento de Cristo, los Celtas vivieron en las Islas Británicas, Escandinavia, y Europa Occidental. Era una sociedad como cualquiera de las de hoy, pero sus usos y costumbres fueron controlados por sacerdotes paganos llamada los druidas. Ellos adoraban y servían a Samhain, dios de la muerte. Cada año, el 31 de octubre, los druidas celebraban la víspera del año nuevo céltico en honor de su dios Samhain. Creían que esa noche los espíritus de los muertos regresaban a sus antiguos hogares para visitar a los vivos. Y si los vivos no proveían comida a esos espíritus malignos, toda clase de cosas terribles podrían ocurrirles. Si los espíritus malignos no recibían un festín (treat), entonces ellos harían travesuras malas a los vivos (trick)".

De ahí viene la costumbre de disfrazarse de esqueletos o brujas este día e ir casa por casa pidiendo golosinas. El famoso Trick or Treat. Estados Unidos impuso la fiesta: el 31 de octubre se celebra en todo el país Halloween.  Una palabra que viene a ser una derivación de la expresión inglesa All Hallow's Eve (Víspera del Día de los Santos). Ahora es parte de otros países anglosajones, como Canadá, Irlanda y el Reino Unido. 

El 31 de octubre, los alemanes también se unen a la fiesta de brujas. Es una fiesta pagana, que por lo general, no celebran ni en las kitas ni en las escuelas públicas. Los niños se disfrazan por la tarde, pasean por las calles de su barrio y piden dulces a los vecinos.


Muchas familias preparan la famosa calabaza. Y es que –casualidad o no- en octubre comienza la epóca de las calabazas y todos los supermercados o mercados al aire libre  las venden. Le hacen caritas y las alumbran por dentro con velas. 

Hay que estar preparados para ese día. Comprar chocolates, gomitas de osos, y caramelos. Debo decir que en los diez años que llevo en Alemania, sólo una vez me han tocado a la puerta. Y jamás hemos salido nosotros por la noche a tocar en otra casa. No lo celebramos, ni hacemos la calabaza. Pero a Lucas le divierte disfrazarse. 


Lucas y su primer examen


Esta semana Lucas me dio una de las sorpresas más bonitas de mi vida. Trajo a casa su primer examen de la escuela. Un test de matemáticas perfecto para un niño de 6 años. Sin tachaduras, ni borrones y con el mejor de los resultados: 33 sobre 33 puntos!
Yo quedé impresionada con el sudoku, pero a él lo que más le llenó de orgullo fue haber pintado las figuras geométricas sin salirse de la raya.
La prueba refleja sin dudas el aprendizaje que ha tenido en la escuela, pero también el trabajo que mi esposo y yo hemos hecho. Regularmente nos sentamos con Lucas a practicar los números, a leer, a hacer planas y a dibujar. A veces no tiene muchas ganas, pero intentamos motivarlo para que lo haga con gusto. Estamos convencidos de que el trabajo de las maestras tiene que reforzarse en casa. Y este examen nos demuestra que lo estamos haciendo bien.
Me siento tan orgullosa que quiero compartir con todos este regalo!

16 de octubre de 2013

Disciplina




El otro día mi esposo estaba molesto porque según él, es el único que pone disciplina en casa. Decía que estaba cansado de ser el malo, el que da órdenes y regaña si no se cumplen; y que yo sólo consentía y permitía. A mi me parecía que exageraba un poco y por supuesto se lo hice saber. Terminamos peleando. El aconsejándome que me observara y tratara de cambiar y yo diciéndole que estaba loco, que cómo se le ocurría decir eso, que yo también soy una madre de reglas y disciplina.

Pasaron unos días de eso y ya la pelea estaba olvidada, por lo menos de mi parte. Un día mi esposo tuvo que viajar y yo me quedé sola con Lucas. Cuando eso pasa debo dividirme entre la mujer periodista que trabaja 9 horas fuera de casa, la señora que ayuda con la limpieza y lava la ropa al llegar, la cocinera que por más que se esfuerce prepara una comida rarísima con algo verde que en la tienda llaman pimentón, y que al niño le parece lo peor del mundo, la nani que viene por las noches y lo ayuda a bañar, a vestir, a leer un cuento, y, finalmente, la madre que le dedica tiempo, le da amor, lo estimula a comer, le inventa historias para que no se aburra y por supuesto, imparte disciplina. Nada fácil, como ustedes comprenderán.

Debo confesar que en esos días -normales para muchas mamás- las tareas domésticas me abruman. Estaba yo en uno de esos momentos, recogiendo la mesa después de la cena y mandando a Lucas a cepillarse y a lavarse las manos. Lo de costumbre. Tareas que uno tiene que repetir una y mil veces para que se cumplan. Yo mandaba y Lucas se negaba, como si jugaramos al "teatro de las reglas" y cada quien conociera muy bien su papel.  "Pero mamá, ¿por qué tengo que cepillarme los dientes?… ¿por qué es tan importante?… ¿y si lo dejamos para otro día?… mamá, no quiero cepillarme los dientes… hoy no por favor… ayer ya lo hice… ¿por qué tengo que cepillarme los dientes siempre?". Yo contestaba desde la cocina, explicando y recogiendo vasos, poniendo el lavaplatos a funcionar, recogiendo los juguetes del pasillo. Hasta que me cansé y dije molesta: "sabes qué, si no quieres cepillarte los dientes no lo hagas. Te cepillas mañana y ya. Por un día que no te cepilles, no pasará nada".

Hubo un silencio en toda la casa. Durante varios minutos no se oyó ni un respiro. Hasta que de pronto, Lucas vino adonde yo estaba y me miró con sus grandes ojos negros, más negros y más grandes que nunca. ¿Qué has dicho mamá? ¿Qué no me cepille los dientes? ¿Tú quieres qué me salgan caries? ¿Quieres qué me lleven al médico de dientes y me pongan una inyección en la boca? Ah, dime ¿Eso es lo que tú quieres? Pues ahora mismo voy y me cepillo los dientes.

Me quedé loca. Me senté en la mesa con la mano puesta en la barbilla y por más que lo intentaba, no podía salir de mi asombro. Entonces recordé a mi esposo cuando me decía que yo no ponía orden ni disciplina, que era una mamá demasiado complaciente y consentidora.


5 de octubre de 2013

La escuela





Ya han pasado dos meses desde que Lucas comenzó la escuela y está feliz. Y nosotros también, porque lo vemos a él disfrutando y aprendiendo cada día cosas nuevas. Hasta ahora no podemos quejarnos de nada. Los maestros son muy buenos, el grupo de compañeros también y algo que es muy importante, se respira una buena atmósfera en la escuela.

Después de mucha búsqueda, al final nos decidimos por la Joan Miró Grundschule - www.joan-miro-grundschule.de/‎ - una institución de las llamadas Escuelas Europeas, donde las clases se imparten en español-alemán. La primera de estas escuelas se creó en Luxemburgo, en octubre de 1953, por iniciativa del propio personal de las instituciones comunitarias. Actualmente hay catorce escuelas europeas en Alemania, Bélgica, España, Gran Bretaña, Holanda, Italia y Luxemburgo que educan a unos 20.000 alumnos. La formación en la Escuela Europea culmina con el diploma de Bachillerato Europeo, reconocido por todos los Estados Miembros de la Unión Europea.

En Berlín hay dos de este tipo, una en Friedrichshain y otra en Charlottenburg, que es la Joan Miró. Está muy cerca de nuestra casa y nos ofrece la oportunidad de que Lucas sigan en contacto con su idioma materno, que es el español, y se alfabetice en él.


En el período de pre-selección para entrar a la escuela, los niños deben realizar un test de idioma, donde se evalúa el nivel que tiene en ambas lenguas. Dependiendo de eso, se separan los grupos. Lucas pasó el examen de ambos idiomas y tuvimos la suerte de escoger con cual quedarnos. Optamos por el español porque, como dije, queremos que se alfabetice primero en su lengua materna. Aunque el alemán siempre está presente.

En el aula de mi hijo hay 25 niños, divididos en dos grupos: los que se educan en español y los que lo hacen en alemán. Se separan en las horas dedicadas a las clases de lingüísticas. Pero comparten espacios y actividades comunes como el recreo, el comedor, la cantina, las excursiones y las actividades extraescolares. Matemáticas, ciencias sociales y ética se imparten en alemán.

Hay dos maestros y dos tutores por cada salón. En total son cuatro para los 25 niños, dos en español y dos en alemán. Esto permite que el contacto continuo con ambos idiomas y con ambas culturas. Uno de estos tutores pertenece a Escándalo, la asociación de padres que funciona desde 1994 en la escuela. Escándalo busca reforzar y mejorar el idioma español de los niños y organiza el cuidado de los pequeños durante las tardes.

Las clases en la Joan Miró son de 8:30 de la mañana a 4:00 de la tarde y después existe la posibilidad de que los niños hagan actividades extra escolares en la misma escuela hasta las 5:00 de la tarde. A Lucas lo he inscrito en fútbol y música, ambas actividades las imparten tutores de Escándalo. 

Una de las cosas más bonitas de esta escuela es la convivencia que hay entre alemanes y extranjeros. Los niños se educan bajo el respeto hacia el otro y aprenden a convivir entre diferencias. Hay un intercambio reciproco y constante entre culturas. En los salones y en el patio del recreo se mezclan acentos y colores de  distintas nacionalidades. Niños españoles, alemanes, bolivianos, cubanos, daneses, venezolanos, mexicanos… todos están unidos por el idioma alemán y la ciudad que los está viendo crecer, Berlín.