Mi niño
chiquito tiene paladar venezolano. Le encanta comer todo lo que venga de mi tierra. Desde
pequeñito no ha hecho otra cosa que ver salchichas y kartoffelpuffer, pero él
da la vida por una arepita caliente.
El alma y el cuerpo entero se me llena de orgullo. No me canso de decir que es un niño venezolano de verdad. Aunque claro, para ser honesta debo confesar que a veces se le confunden los nombres y los sabores.
No hay forma de llamar a las cachapas, cachapas ni a los tequeños, tequeños. Por más que insista, esos nombres no logran quedarse en su cabecita.
El alma y el cuerpo entero se me llena de orgullo. No me canso de decir que es un niño venezolano de verdad. Aunque claro, para ser honesta debo confesar que a veces se le confunden los nombres y los sabores.
No hay forma de llamar a las cachapas, cachapas ni a los tequeños, tequeños. Por más que insista, esos nombres no logran quedarse en su cabecita.
Esta fue la conversación de la otra noche:
-¿Lucas,
qué quieres comer esta noche?
-Hallacas,
mami.
-¿Hallacas? ¿Cómo qué hallacas? Tú jamás has comido hallacas.
-Si,
claro que si. El otro día tú hiciste hallacas.
-No,
Luc. Imposible. Las hallacas no se hacen de un momento a otro. Las
hallacas necesitan mucho tiempo para prepararlas y cocinarlas.
-No te creo. El otro día tú hiciste hallacas y no tardaron mucho en estar listas. A mi me encantaron.
Yo quiero hallacas para la cena, mamá.
-Lucas
mi chiquito, créeme, tú jamás has comido hallacas. Tú ni siquiera sabes cómo son
las hallacas.
-Que sí
mamá. Yo se como son y las he comido.
-A ver,
dime cómo son las hallacas.
-Las hallacas
son redonditas como una panqueca… se le pone mantequilla por encima y queso… y
se comen calientitas…
-Ah,
esas no son hallacas… esas son cachapas!
-Bueno
eso, yo quiero hallacas.
-Cachapas!
Y así, comenzamos todo de nuevo.
me encanta!
ResponderBorrarGracias por el comentario y por seguirme!!
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