27 de septiembre de 2013

Lucas, la abuela y cómo explicarle la muerte





Cuando murió la abuela, Lucas estaba allí. Fue todo muy rápido, tuvimos que llevarla al hospital y esperar unas horas hasta que nos dijeron que no se podía hacer nada para salvarla. Durante todo el tiempo que pasamos en la sala de espera, Lucas me vio llorando, hablando con mis hermanos, preguntándole al doctor, caminando de un lado a otro, desesperada. Durante dos horas vivió mi terror, sin que yo pudiera decirle algo. En la noche, mi esposo se lo llevó a comer. Y justo en ese momento, cuando ellos se fueron, mi madre murió.

Yo estaba destrozada. La muerte de mi madre fue una sorpresa. No tenía fuerzas para hablar, tampoco para explicar algo que ni siquiera yo entendía. Cómo darle entonces la noticia a Lucas?

Hablé con una amiga psicóloga y le pregunté qué podía hacer. Su respuesta fue más fácil de lo que yo pensaba: "háblale con naturalidad. Sé lo más honesta que puedas. No finjas que no pasó nada. Explícale lo sucedido como si estuvieras hablando con alguien de tu misma edad. Si quieres llorar, hazlo. Enséñale que ante las ausencias, es normal sentir dolor. Muéstrale tus sentimientos, no te reprimas. Y si él no lo hace, si no llora, dile que puede hacerlo también, que tú entiendes que a él también le duele. No te ahorres ningún comentario, porque eso le generará más sufrimiento y angustias. Además le reforzará las fantasías".

Ese día,  en un momento en que nos quedamos solos, me acerqué a Lucas y me senté frente a él, casi casi a su misma altura. Le expliqué que la abuela no volvería del hospital porque había enfermado y los médicos ya no podían hacer nada para salvarla. Que su cuerpo no funcionó más y llegó un momento en que su corazón se paró. Él preguntaba insistentemente por qué. "Por qué su corazón se paró mamá; por qué se enfermó, por qué los médicos no pudieron hacer nada…" Yo respondía a cada una de sus preguntas, a veces llorando y otras un poco más tranquila. Al final, creo que se cansó y guardó silencio. Estuvimos abrazados un rato y luego volvió a preguntar: "Mamá, y a dónde se ha ido la abuela?".

Las preguntas de Lucas son típicas de un niño de 5 años, sobre todo si es la primera vez que se enfrenta de manera directa a la sepración de un ser querido. Los niños quieren saber y se quedarán satisfechos con respuestas fáciles y simples. Para mi fue un buen momento para hablarle a Lucas de mis creencias. Le dije que cuando la gente se muere va al cielo y desde allá, como Dios, nos cuida. Ya no podrá bajar más, porque la gente cuando muere no regresa, pero nos ve y nos cuida.

Como todo niño pequeño, Lucas no fue capaz de entender el concepto de la muerte, pero se dio cuenta de que había llegado el momento de separarse definitivamente de la abuela. No quiso llorar, por más que lo motivé a hacerlo. Pero guardó silencio y durante unos días no volvió a hablar de ella. Manifestó su tristeza con rabia y actuó un poco rebelde. A veces se mostraba abiertamente molesto porque la abuela no se había despedido de él y decía que no era justo que se fuera sin invitarlo.

Nunca, ni siquiera hasta hoy, he guardado silencio cuando él hace un comentario sobre mi madre, por mucho que me duela recordarla y hablarle de ella.  Aprovecho para explicarle lo  poco que yo se de la muerte. Y con el paso del tiempo he mantenido viva la imagen de ella entre nosotros. Recuerdo su forma de ser, su cumpleaños, las cosas que ella me decía, las comidas que me hacía de niña, lo que le gustaba. Nunca lo he hecho con tristeza, siempre con alegría y claro, con mucha nostalgia. A veces también nos reímos de los cuentos de la abuela. Algunos días hasta sentimos que ella sigue entre nosotros, pero no está en casa en ese momento. Como dijo la psicológa, esa es la mejor manera de preservar su memoria y llenar de contenido esa ausencia que cada familia debe explicar desde sus propias creencias y desde su propio dolor.

Yo me siento sastifecha con lo que he hecho, porque siento que le estoy dando a mi hijo la oportunidad de pensar la muerte como lo que es, algo natural. De enfrentarse a ella sin miedo. Saber que son pérdidas inevitables y momentos duros que lamentablemente tendrá que enfrentar en su vida.


19 de septiembre de 2013

Lucas y el cielo




- Mamá, ¿cuándo uno muere va al cielo?
- Si Lucas, cuando la gente muere va al cielo
- Y si uno muere en Berlín... ¿va al cielo de Berlín o va a otro cielo?
- Yo creo que si uno muere en Berlín, va al cielo de Berlin
- ... pero mamá... ¿es posible que si uno muere en Berlin, vaya al cielo de Berlin y pueda volar hasta el cielo de Caracas? así, como los pájaros o los aviones
- Pues no sé... Puede ser, la verdad nunca había pensado en eso. Pero creo que si, puedes volar a donde quieras.
- Mamá, si yo muero en Berlín, quiero volar al cielo de Caracas
- ¿Por qué?
- Porque en el cielo de Caracas siempre hay sol!

18 de septiembre de 2013

Lucas y la escuela




Lucas comenzó en agosto la escuela. Una nueva etapa de su vida donde definitivamente deja de ser un bebé. Ahora es un niño en edad escolar. Seguro le vendrán momentos felices, amigos nuevos, recuerdos que nunca olvidará. Pero también comienza a conocer las responsabilidades y las presiones del sistema. Por ejemplo, los horarios. Ya tenemos un mes levantándonos de lunes a viernes a las 7 de la mañana. Se acabaron los días de "mamá puedo dormir un ratito más". Hay que llegar puntual y no hay nada que decir.
Pero él está feliz. Disfruta cada día como nunca antes lo había visto. Cambia barajitas de StarWars con los grandes en la pausa y juega Fútbol en la cancha verde, casi casi todos los días. Además es uno de los que mejor habla español y alemán. Tiene dos maestras muy dulces y dos cuidadores que bajaron del cielo. El viernes pasado al levantarse le dimos la noticia de que ese día era el último día de la escuela y que el sábado podía quedarse más tiempo en la cama. Se molestó mucho porque él quiere ir siempre, no quiere pausas. Yo sólo pido que esto dure no pare siempre, porque es casi imposible, pero si mucho tiempo. Ya les iré contando.






8 de septiembre de 2013

De regreso




Hace ya dos años que no pasaba por acá. Razones tengo de sobra. Nunca antes la vida me había dado tantos golpes como en ese tiempo. Mi padre, el abuelo de Lucas, murió en junio del 2011. Fue sorprendido un día por un monstruo gigante y fuerte que lo devoró lentamente y sin piedad hasta dejarlo sin fuerzas, ni ánimo para luchar. Ni Lucas, ni yo, pudimos despedirnos de él. Nos costó recuperarnos. Pero cuando ya lo estábamos logrando, tuvimos que hacer frente a otro nubarrón: mi madre murió en noviembre del 2012. Fue el día más frío de ese invierno alemán. El más helado y gris que recordaré en mi vida. Murió a nuestro lado, rápido, sin sobresaltos, sin anuncio.  
Cómo explicarle a Lucas la muerte seguida de sus dos abuelos maternos no ha sido tarea fácil. Sobre todo para mi. Cada vez que lo intento, se me mezclan las emociones y los recuerdos. El nudo en la garganta no termina de desenredarse. A veces él hace preguntas que no se responder. Otras, analiza y saca sus propias conclusiones. Lo cierto, es que el tema ha sido durante todo este tiempo parte de nuestras conversaciones. Va y viene como la olas y los recuerdos. 
Pero ya Lucas está grande y ha comenzado una nueva etapa. Tiene 6 años y ya va a la escuela. La familia se le ha reducido un poco, es verdad, pero él está fuerte y puede hacerle frente a los obstáculos. Su abuelo Manuel no pudo acompañarlo a la fuente de la plaza, ni llevarlo al mar del norte como lo prometió. Pero con papá y mamá recorre cielos y mares; vive aventuras; y aprende cada día más. 
Hoy retomo "el bebé de la casa" con un Lucas que hace tiempo dejó de ser bebé y ha comenzado a transitar el camino de la escolaridad. Lo hago con la misma intención: dejar plasmada sus vivencias, en textos e imágenes. Pero también iré un poco más allá. Haré enlaces de otras páginas que puedan interesarnos y publicaré noticias, datos y novedades que puedan servirle a todos las mamás y niños que lo necesiten. 
Así es que preparados que ha llegado de nuevo "el bebé de la casa"