Hay cosas que las mamás hacen y
que a veces rayan en lo absurdo. Nosotras lo sabemos. Nadie puede entender esto
si no es mamá. Incluso ni siquiera los papás, por más que intenten ponerse en
nuestro lugar. Pero tenemos nuestras razones para actuar de esa manera. No son
excusas, son razones. Muy nuestras, eso sí. Llamenlas como quieran. Virtudes
que nacen del espiritu maternal, conexiones emocionales o sencillamente, parte
instintiva del ser madre.
La otra noche estaba cenando con
mi hijo y comenzamos a hablar de la navidad. Coversabamos específicamente del
Calendario de Adviento, que aquí en Alemania es una de las cosas más esperada
por los niños, bueno y por algunos grandes también. Es un calendario de
"cuenta-atrás" desde el 1 de diciembre hasta el el 24 de diciembre, que es Nochebuena.
Cada día hay una sorpresa, y con cada sorpresa representa un día menos para la
llegada del niño Jesús.
Lucas y yo estabamos allí
hablando de eso, cuando saltó está conversación:
-Mamá yo quiero tener un
calendario muy especial este año
-Claro, lo vas a tener
-Prométeme que este año me
regalaras el calendario que yo quiera
-Lo prometo Lucas
Y fue así como, al terminar la
frase, cayó la soga sobre mi cuello. Justo en ese momento, cuando ya lo había
dicho, supe en lo que me estaba metiendo. Resulta que el calendario que prometí
regalar -sin saberlo- era el de la Guerra de las Galaxias. Ustedes me dirán que
tiene que ver Darth Maul o el Maestro Yoda con la navidad. Pues lo mismo me
pregunto yo.
La Guerra de las Galaxias en
navidad es lo más parecido que puede haber al Grinch: "La soledad no me
molesta, pero hay una cosa que me destroza la paciencia, los villancicos que la
gente del pueblo entona en Navidad".
Así y todo, el primero de
diciembre aparecí con mi Calendario de Adviento de la Guerra de las Galaxias. Es absurdo, lo sé. Pero lo había
prometido. Y para mi la palabra empeñada es una cuestión de honor.
Quiero enseñarle a Lucas a tener
confianza en la palabra del otro. A creer en las personas, en mi, en el amigo,
en el maestro. Estoy convencida de que la confianza proporciona seguridad, optimismo, bienestar, nos
hace más fuertes, más libres y también mejores. Depositamos nuestra confianza
en el otro porque sabemos que no seremos defraudados y porque también sabemos que el otro confía en nosotros. Así se establece una relación de mutua confianza y respeto.